LA
LIBERTAD EN ROMA
La
libertad en Roma tenía supremo valor y los jurisconsultos sostenían que es un
bien tan precioso que toda estimación que de ella se haga será insuficiente.
Para Gayo es lo más favorable que cualquier otra cosa para la vida en sociedad,
y todos los romanos la consideraban como el más dulce de los bienes.
La
libertad nace siempre donde no la tienen, y brota y florece en la célula
primitiva del Estado Romano: en la familia. Si no hay libertad en ella no lo
habrá tampoco en la Patria: por esto dice Séneca: «Por qué te quejas de que la
libertad está desterrada de la República, cuando tú mismo la has desterrado de
tu propia casa?».
Entre
las diferentes clases de libertad en Roma, tenía prioridad la de la Patria.
Según Livio el suelo natal es el foco de la pura vida y todo el que se traslada
a otra tierra, se transforma y degenera, porque está privado de la libertad de
su patria; por esto el imperativo ciceroniano advierte a los Quirites romanos,
que la libertad de la Patria debe de ser preferida a la vida, pues, ésta
garantiza la libertad individual de los particulares, y, si estos carecieran de
aquella, ¿qué valor tendría la vida?
Por
ello, lo importante para un romano era ser libre, pero sin caer en libertinaje,
pues, en Roma ser libre era lo mismo que ser obediente; y, ser obediente era un
oficio oneroso que a su vez era también honroso. Consideraron que el ciudadano
era libre precisamente cuando por su propia voluntad obedecía.
La
libertad no depende del lugar, sino de la voluntad del hombre. Sócrates estaba
libre hasta en la cárcel de los atenienses, porque por su propia voluntad se
encontraba allí, y nosotros conocemos muchos pseudo libres que son presos
ambulantes, encarcelados por sí mismos.
En
una epístola dirigida a César, escribe Crysipo Sallustio que todos, buenos y
malos, valientes y cobardes aman por igual la libertad, pero —lamentablemente—
la mayor parte de los hombres, en su ceguera la abandonan por miedo, y se
someten por flojedad al yugo que tan sólo se impone a los vencidos. Por ello,
hay que mantener la libertad, pero conservarla, es luchar por la libertad, y a
este certamen nadie puede sustraerse, pues, como Cicerón dice a Herenio,
«cuando la nave se pierde, se salvan muchos, pero en el naufragio de la Patria
nadie sobrenada!»
En
la legislación de Solón, había una disposición singular que establecía, que
fuese tachado de infamia aquel que en una lucha por la libertad no hubiera
estado en ninguno de los dos partidos. Plutarco afirma que con esto quería
Solón, que nadie fuese indiferente o insensible a las cosas públicas, poniendo
a resguardo las suyas propias y esperando tranquilamente, hasta ver quien
vencía y plegarse luego.
La
lucha por la libertad en la antigua Roma es la lucha por el triunfo, pero como
Publilio dice nunca se triunfa del peligro sin peligro, por ello insiste
Cicerón. «Un buen ciudadano no evitará los peligros en la defensa de su Patria,
pues, no queriendo morir por la Patria, morirá sin gloria alguna con la
Patria!»
En
Roma vendían en el mercado de esclavos a todos los cobardes e insensibles que
con pretextos prefabricados se sustrajeron al servicio militar, porque
consideraban que cuando el Pueblo vendía como esclavo a un ciudadano que quiso
eludirlo, no se podía decir que le quitaron la libertad, sino que el mismo
Pueblo, juzgaba que no es libre el que rehusa exponerse al peligro para
defender la libertad de su Patria. Ni Catón vivió, muriendo la libertad, ni
hubo más libertad, cuando murió Catón.
El
romano no vacila en luchar por la libertad de su Patria y como Cicerón dice:
«Prefiero morir por muchos, a morir con muchos!». Son estos los que viven
después de la muerte, porque llegan a la inmortalidad por medio de la muerte,
mientras que los indiferentes están ya muertos antes de morir, sostiene Séneca
en sus epístolas.
Ennio
piensa que la verdadera libertad consiste en tener corazón puro y voluntad
inflexible: fuera de lo cual solamente hay para el hombre esclavitud y
tinieblas, por ello, quizás nos dice Séneca: «En Roma, no se puede comprar la
libertad, porque los que la venden, no la tienen y menos todavía los que la
compran!».
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